Belleza y el cerebro

La belleza está en el cerebro del que la mira. Constituye, sin duda un placer muy especial, muy intenso.

La ciencia, desde hace años, comenzó a estudiar el arte para entender aquello que caracteriza a la belleza. Con esta perspectiva, numerosos estudios han puesto de manifiesto que existen determinadas cualidades en los objetos (productos y marcas en el contexto de marketing) que pueden contribuir a su valor estético. Esta sería la razón por la que una persona encuentra más atractivo un rostro simétrico y sin ningún rasgo que se distinga de la media.

De la misma manera, somos más proclives a apreciar composiciones en las que dominen las curvas por encima de ángulos rectos o en las que se respete la proporción aurea, una representación matemática de unas proporciones reflejadas tanto en la naturaleza, como en el arte.  Según una serie de investigaciones la apreciación de la belleza podría estar relacionada con la evolución como especie humana. Esto podría explicar por qué la representación de un cuerpo curvilíneo puede parecer más atractivo, dada la relación de estos atributos con la fertilidad. De la misma manera, el hecho que se prefiera un paisaje frondoso a uno desierto podría deberse a la elección de un hábitat más amable para la vida.

Una de las conclusiones más interesantes de esta perspectiva es que un objeto es más bello cuando más simple.  Así, los objetos son percibidos de manera más placentera cuando sean más simple de procesar. Investigaciones sobre la actividad cerebral han demostrado que la belleza activa uno de los centros del placer del cerebro, situado en la corteza orbito frontal. Una recepción que se produce en solo milésimas de segundo.

Las investigaciones realizadas concluyen sobre por qué la belleza podría ser adictiva. En el momento en que una experiencia estética produce una reacción positiva en el cerebro, es lógico que se busquen más estímulos que produzcan una sensación similar. De allí la búsqueda de la belleza en nuestra vida cotidiana. Un proceso que condiciona desde cómo vestimos hasta qué lugar seleccionamos para ir de vacaciones, qué modelo de reloj comprar, o qué libro leer. Todo sea por el placer que proporciona la beldad.

La belleza es un estado de la felicidad. Habría que reconocerla para darle significado. La búsqueda de la beldad no se detiene por la edad o la diferencia de clases. Aún en los grupos más bajos se detecta su búsqueda, y ello en todas las culturas del planeta. Su universalidad se basa en un reconocimiento extendido en todo el mundo y a lo largo de la historia, desde los mismos inicios de la humanización. La belleza moviliza. Estamos programados para sentir en lo más profundo de las entrañas una atracción inmediata, significativa y memorable.

Los trabajos neurocientíficos demuestran qué áreas del cerebro humano se activan por la experiencia de la belleza. La percepción de hermosura activa el Área 10 de Broadman, asociada con identidad e imagen social. Localizada en el lóbulo frontal y junto a la corteza orbito frontal (área de anticipación de recompensas en el cerebro). El área 10 de Broadman es una de las regiones más importantes relacionadas con la cognición compleja, además de cumplir un papel que resulta crítico para la comunicación social, cooperación y desilusión.

Por ejemplo, los entusiastas de los productos hermosos pueden ser compradores impulsivos y pensar un objeto en términos de identidad social, lo que puede provocar una poderosa señal de recompensa.

¿El hombre y la mujer perciben la belleza de forma diferente? La respuesta es positiva. La mujer aprecia la belleza mejor que el hombre. Investigaciones usando magnetoencefalografía mientras se observan obras de arte (pinturas), fotografías de paisajes, objetos y escenas urbanas, han demostrado que cuando las consideraban hermosas los cerebros reaccionaban en forma diferente. El cerebro femenino genera mayor actividad que el masculino.

Las diferencias en las respuestas podrían vincularse a la forma en que el hombre y la mujer procesan la información espacial. El hombre tiende más a mirar sólo al estímulo como a un todo, mientras que la mujer presta más atención a los pequeños detalles.

Cuando el hombre se expone a imágenes de belleza, activa la región del cerebro responsable de la localización de objetos en términos absolutos (¨x¨ e ¨y¨ coordinados topográficamente, con una mayor información respecto a las distancias). Las imágenes consideradas hermosas por la mujer producen el mismo efecto, aunque también activan regiones asociadas con localizaciones específicas: adelante, atrás, arriba, abajo, adentro y afuera. Las distinciones se manifiestan en las regiones parietales del cerebro. La actividad en esta región es bilateral para las mujeres mientras que el hombre la internaliza en el hemisferio derecho.

Estas diferencias podrían deberse a la presión evolutiva de nuestros ancestros cazadores/recolectores. A lo largo de la evolución el hombre y la mujer han desempeñado tareas distintas: el hombre cazaba y la mujer recolectaba. Como consecuencia, el hombre habría heredado un sentido mayor de la localización absoluta, mientras la mujer procesa más rápidamente los valores relativos.

Sin embargo, estas diferencias no afectan a la experiencia de la belleza. Tanto para el hombre como para la mujer la belleza es descrita como ¨original, interesante y placentera¨.

Comments are closed.

El Autor

Roberto Álvarez del Blanco

Es una de las principales autorida- des internacionales en marketing y estrategia de marca. Profesor del IE Business School.

Leer más >>

Otros Libros del Autor

 

Publicaciones del Autor

Recent Comments

CONECTA

Subscribe via RSS