Tecnología como nueva nicotina

La adicción a los teléfonos inteligentes se ha convertido en peligrosa. Cuando se documenta que a algunas personas les resulta complicado relacionarse con otras debido a que necesitan consultar frecuentemente a sus teléfonos algo está fallando. En ciertos casos, se ha demostrado que personas que se encuentran forjando una relación cuando además interactúan con el teléfono en forma continuada, al final se sienten estúpidos.

Evidentemente, la tecnología está transformando al mundo y es positiva en innumerables aspectos. Sin embargo, la cuestión va más allá de si es buena o mala. La verdadera paradoja es lograr un uso equilibrado.

Sabemos que la interacción con los medios sociales produce dopamina en el cerebro, lo que activa los centros del placer. Es el mismo neuroconductor que se produce cuando se fuma, bebe o juega. Por ello, algunos analistas comienzan a observar a la tecnología como a la nueva nicotina. Hay personas que miran, miran y chequean la pantalla de su móvil, aunque no halla información nueva, o nada interesante. La cuestión es mirar y mirar.

El teléfono suena o se activa por toda notificación de cada una de las apps, y hay tentación a chequearlo cada vez que esto sucede. Algunos van y usan el teléfono hasta en el baño.  Los medios sociales crean este lazo del cual es difícil abstraerse. Parecería no tener fin.

Somos animales sociales y nos preocupa que es lo que los demás piensan o asocian de nosotros. Por miles de años ha sido así en las relaciones familiares, con amigos, compañeros de trabajo o conocidos. Pero, en la actualidad el concepto de grupo se ha convertido en abstracto: el grupo se sustituye por cada uno de los que nos sigue en los medios sociales. De pronto, la propia autoestima depende de cuántas personas nos siguen o contactan, a cuántas agradamos o cuántas comentan nuestros posts.

La sociedad tiene ciertas restricciones para el consumo de bebidas, tabaco o juego, pero carece de ellas en lo referido a redes sociales o teléfonos inteligentes.

Algunas investigaciones sugieren que los niños se sienten más solos y ansiosos que hace diez años atrás. Los maestros indican que la calidad de la escritura en los escolares ha disminuido sustancialmente en los últimos años. Construyen frases confusas, conjugan mal los verbos y les cuesta más la comprensión lectora. Los mensajes de textos proponen una nueva forma gramatical más pobre o vulgar, y la síntesis de los mensajes recrea menos la imaginación para el arte de la escritura.

Otro fenómeno en auge es la denominada monofobia, producida por el temor a no tener acceso a la red mediante Internet o teléfonos móviles. Los síntomas de este tipo de fobia se manifiestan con aumento de la frecuencia cardiaca, sudoración excesiva, temblor o estremecimiento, dificultad para respirar, sensación de atragantamiento, dolor o molestias en el tórax, malestar estomacal, sensación de mareo o desmayo, temor a perder el control o enloquecer, temor a morir, aturdimiento, escalofríos o calores súbitos, inseguridad, nostalgia y melancolía.

Para tratar de resolver esta fobia se han implementado una serie de terapias específicas en la cuales los usuarios deben apagar los celulares algunas horas al día. Este tiempo aumenta progresivamente reduciendo la ansiedad por la desconexión con los celulares. Una vez lograda esta etapa, se avanza hacia una segunda fase en la cual se pide al paciente que salga de su casa sin celular por períodos breves.

Este tipo de terapia no ha resuelto el problema, en los adolescentes que suelen ser los más afectados (muchos de ellos debido a falta de comunicación y contacto físico con sus familiares están optando como natural esta forma de comunicación). Recientes experimentos con adolecentes  considerados monofóbicos, han sido expuestos a contacto con la naturaleza, realizar actividad en grupo así como realizar deportes de grupo que están demostrando ser eficaces en el tratamiento de esta fobia “social”.

Según un estudio presentado en Junio, compañía de identificación de identidad y de pagos de móviles online, realizado por Harris Interactive sobre Hábitos de Consumo de Móviles el uso de teléfonos inteligentes es tan elevado en Estados Unidos en la vida diaria que un 9% de los jóvenes admiten usar el móvil mientras realizan el acto sexual, igual que en lugares inesperados como en la ducha (12%), en la iglesia o en los puestos de trabajo (19%). El estudio también documenta los miedos que se experimentan ante la posible pérdida de su tan amado teléfono.

Los teléfonos inteligentes se conciben como la extensión de uno mismo, por lo que se los lleva a todas partes, aún a los lugares más inverosímiles, desde la ducha a los paseos por el parque, desde la mesa en el restaurante a la habitación. El miedo surge cuando los usuarios son separados de los teléfonos, con la cuestión de privacidad en la cima de la lista. Hay buenas razones para esta alerta; alrededor del 30% de los adultos admiten haber fisgoneado en el teléfono de otra persona, por lo que los usuarios están siempre atentos a esta potencial violación que surge cuando dejamos el teléfono sin vigilancia.

Otros hallazgos en el estudio incluyen:

Alrededor del 74% indican que han estado solo separados a un metro y medio del teléfono la mayoría del tiempo, y que lo usan en lugares insólitos:

En el cine: 35%

Durante una cita en una cena: 33%

En la función de la escuela en donde actúan los niños: 32%

En la iglesia o en el puesto de trabajo: 19%

En la ducha: 12%

A pesar de las numerosas advertencias, y en la mayoría de los casos restricciones legales, debido al peligro de hablar o enviar mensajes de texto cuando se conduce el automóvil, más del 55% de los propietarios de móviles admiten haberlos usado en esas circunstancias.

Sobre los malos hábitos, el “sexting” adquiere un nuevo significado, con el 9% que admite que han usado el móvil cuando realizan el acto sexual. Los jóvenes se sienten más cómodos en esta situación ya que el porcentaje aumenta al 20% entre los que tienen 18-34 años. Que a los momentos más íntimos se los deja de considerar zona liberada de teléfonos por el 12% de los entrevistados demuestra que estos artilugios se consideran amigables aun en las relaciones más íntimas.

A la vista de estos datos, quizás haya llegado el momento de poner el teléfono en modo avión con más frecuencia. Nos podremos relacionar mejor con los demás si dependemos menos de artilugios tecnológicos, o también lograr ahorro sustancial en la duración de las baterías. Y por supuesto, el cerebro estará muy agradecido por la búsqueda de un sano equilibrio.

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El Autor

Roberto Álvarez del Blanco

Es una de las principales autorida- des internacionales en marketing y estrategia de marca. Profesor del IE Business School.

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