Amistad en tiempos de coronavirus
Cicerón afirmó que “la amistad es lo único del mundo en lo que está de acuerdo toda la humanidad”. Desde entonces se la ha considerado como un divino tesoro, como uno de los mejores regalos de la vida. Aristóteles calificó a los amigos en tres categorías: una los “utilitarios”, otra los del “placer”, amistades para las que una vez finalizado el interés o la actividad termina también la amistad. La tercera en cambio, “la amistad de los buenos”, según Aristóteles es la duradera, la que ve lo bueno en el otro, lo confiable y positivo, lo que sirve para nutrir nuestro crecimiento.
Todos conocemos el valor de la amistad. Sabemos lo agradable que resulta pasar el rato junto a nuestros amigos y cuando hace tiempo que no lo hacemos los añoramos. Sabemos que podemos contar con ellos y que ellos pueden contar con nosotros. Al lado de un buen amigo nos sentimos más seguros, felices y optimistas, aunque a veces tengamos que hacer algunos sacrificios por ellos, del mismo modo que ellos también los hacen por nosotros.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro, reza el adagio. Cuánta razón tiene y cuanta sabiduría encierra. Después de haber pasado varias meses alejados físicamente de nuestros amigos, sin duda lo percibimos más que nunca. Hay quien piensa que es mejor tener pocos amigos, pero buenos. Y luego están quienes opina que la cantidad de amigos dice mucho de una persona. También hay quien piensa que un amigo es aquel que siempre está presente cuando le necesitas y que nunca te falla. Mientras que otros defienden que un amigo es aquel que, aunque no esté presente, siempre te apoya o te escucha.
Aunque tengamos discrepancias sobre lo que significa la amistad, todos la reconocemos al instante. Se trata de ese afecto personal, puro, desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.
La pregunta es cómo estarán afectando a la amistad estos tiempos de limitación de contactos, de confinamientos, de aislamiento y de prohibición de convivencia. Estos tiempos de bares y restaurantes cerrados y con obligación de relacionarnos a dos metros de distancia con la sonrisa tapada por una mascarilla. La tecnología será capaz de resolver estos déficits por la vía de conectar a través del correo electrónico, WhatsApp, Facebook, Instagram y las múltiples aplicaciones que nos permiten realizar videoconferencia con una o cien personas. Reiterando la pregunta inicial, ¿cómo podría acabar afectando al necesario cultivo y cuidado que necesita toda amistad, si la relación, poco a poco, en la práctica acabara en la fácil y cómoda relación virtual que nos ofrece la tecnología, a la que hoy nos obligan las circunstancias de la pandemia?
¿Qué efecto puede tener la ausencia de la relación “cara a cara”? ¿Puede finalmente que acabe disminuyendo el valor que damos a la amistad? o, por el contrario, la ausencia de esta relación que padecemos en estos días ¿potenciará todavía más su valor al sentir lo mucho que necesitamos a los amigos que no solo nos ayudan a mejorar la calidad de nuestra vida, sino que nos mantienen saludables y vivos?
Así nos lo advierten todas las investigaciones que indican que las personas que no disfrutan de una red social sólida tienen de 2 a 3 veces más probabilidades de morir a una edad más temprana que aquellas que tienen este tipo de apoyo. Y que unas buenas amistades son tan importantes, o más incluso, como el ejercicio regular y una dieta equilibrada a la hora de mejorar la salud, prevenir enfermedades y prolongar la vida.
Cómo afecta a la amistad la pandemia
La cuarentena y la falta de contacto con personas pueden afectar de manera importante a nuestro círculo de amistad, según explica el psicólogo evolutivo Robin Dunbar, de la Universidad de Oxford y uno de los más reconocidos en el Reino Unido.
Las amistades pueden deteriorarse muy rápidamente si no se invierte en ellas y el confinamiento y las medidas de distanciamiento social, aunque sean de corta duración, podrían tener algunos efectos a largo plazo en algunas de nuestras amistades.
Según un análisis publicado en un artículo en la revista científica ‘Proceedings of the Royal Society A‘, tiene un origen evolutivo. Las raíces de nuestras amistades, señala, se encuentran en la vida social de los primates no humanos. Para muchos de esos primates, los fuertes lazos sociales, al ser parte de un “grupo estable”, significaban protección contra los depredadores y los enemigos.
Según Dumbar, con el confinamiento, se perderán algunas amistades con las que no hemos tenido contacto, aunque pueden surgir nuevas: vecinos, por ejemplo.
No obstante, el peligro está en las personas mayores y en su salud. Cuando somos mayores, generalmente nos resulta más difícil hacer nuevos amigos. Y el mayor factor que afecta a la salud, el bienestar, la felicidad, e, incluso, a la capacidad de sobrevivir a una cirugía o una enfermedad, es el número de amistades de alta calidad que tienes.
El ser humano necesita contacto
Jenny Groarke, de la Universidad de Queen (Irlanda del Norte), ha estudiado la soledad durante la pandemia y valora lo importante que es la comunicación online, aunque “la gente está menos satisfecha con la calidad de esta forma de relación que con el contacto cara a cara, algo que se asocia con una mayor sensación de soledad”.
Esto concuerda con los hallazgos de la investigación de Dunbar sobre el comportamiento social. Según él, no hay alternativa para los encuentros cercanos y cara a cara, pues el ser humano necesita contacto.
Stevan Dohanos – Mutually Beneficial Friendship (Amistad de beneficio mutuo), portada del
Saturday Evening Post, octubre 11, 1958.
La gente considera “extraño” y “anormal” pasar tanto tiempo sin tocar a la gente y, volviendo la vista a nuestros parientes primates, para ellos el contacto físico no es solo normal, sino socialmente vital.
Tanto en ellos como en nosotros refuerza los lazos sociales y provoca que el cerebro libere sustancias químicas, llamadas endorfinas, que alivian el dolor y aumentan el placer. Ahora, el sustituto es una pantalla.
“Hacemos contacto físico todo el tiempo”, afirma Dunbar. “Hay reglas naturales estrictas sobre a quién podemos tocar, pero con los amigos cercanos y la familia, nos damos palmadas en la espalda, nos abrazamos, nos tocamos los hombros…”
Afortunadamente para los humanos, hay otras actividades sociales que también activan los centros de placer del cerebro, muchas de las cuales se pueden hacer a distancia social u online.
Núcleo accumbens y endorfinas
Recordemos que todo nace en nuestro cerebro. Se ha visto que cuando estamos junto a un amigo, la actividad de nuestros cerebros tiende a sincronizarse, una sincronización que decrece a medida que disminuye el grado de amistad. Una de las zonas cerebrales que más nota este efecto y que se activa con más intensidad a medida que aumenta la relación de amistad es el denominado núcleo accumbens, que se encarga de generar sensaciones de placer y de bienestar. Por eso nos resulta tan agradable compartir ratos con nuestros amigos.
También por este motivo uno de los efectos que más hemos percibido durante el confinamiento obligado y necesario de estas últimas semanas ha sido un incremento de las sensaciones de tristeza, hasta llegar en algunos casos a bordear la depresión en algunas personas.
No sorprende demasiado teniendo en cuenta que, a nivel neuroquímico, se ha comprobado que la presencia de nuestros amigos estimula la producción de endorfinas. Las endorfinas son unos neurotransmisores cuya acción en el cerebro es, precisamente, estimular sensaciones placenteras y de bienestar.
Forman parte de una familia de moléculas que se denominan de forma genérica opioides endógenos, por su semejanza estructural y de funcionamiento con los opiáceos que se usan en medicina para disminuir el dolor.
Se ha visto que el poder de las endorfinas para controlar el dolor puede llegar a ser incluso superior al de la morfina. Dicho de otro modo, la amistad disminuye la sensación de dolor, tanto si es físico como psicológico, y además nos gratifica con bienestar y placer.
Por si fuera poco, hay pruebas de que pasar un rato charlando con amigos reporta beneficios cognitivos e intelectuales. Realmente, quien tiene un amigo tiene un tesoro, con poder analgésico y mentalmente estimulante.
Síndrome de abstinencia de la amistad
El efecto cerebral de la amistad, sin embargo, va más lejos. También hay evidencias de que la amistad estimula la producción de otro neurotransmisor, la dopamina, que se asocia a sensaciones de recompensa, optimismo y motivación. Por eso estar junto con los amigos nos resulta recompensante, mejora nuestro estado de ánimo y nos impulsa a continuar con nuestras actividades. Curiosamente, el sistema dopaminérgico también interviene en las adicciones.
Por este motivo estar demasiado tiempo alejado de los amigos provoca añoranza, lo que vendría a ser un equivalente cerebral al síndrome de abstinencia (pero en sano, por supuesto). Es una cadena de proporciones inesperadas, porque resulta que el estado de ánimo se relaciona, a su vez, con una mejor función fisiológica del cuerpo, incluido el sistema inmunitario.
Las personas que mantienen relaciones de amistad sanas tienden a ponerse enfermas menos a menudo de lo que lo harían si no tuviesen amigos, disminuye su riesgo a padecer enfermedades cardiovasculares e inflamatorias.
Recuperar lo perdido
Lo que sabemos es que tendremos que hacer un sobresfuerzo para evitar que se haga realidad el pronóstico de tantos psicólogos que nos pronostican que la tensión social del confinamiento y la distancia puede acabar teniendo efectos a medio plazo de deterioro en algunas amistades.
Un esfuerzo aprovechando el estilo de vida más lento de estos meses nos pueden ayudar a reconstruir tantas relaciones aplazadas. Un esfuerzo para recuperar el reír, cantar, bailar, comer y beber junto a los otros. Porque, como advierte la investigación del psicólogo evolutivo Robin Dunbar de la Universidad de Oxford “No hay alternativa para los encuentros cercanos y cara a cara, pues el ser humano necesita contacto. Es extraño y “anormal” pasar tanto tiempo sin tocar a la gente”.
Volveremos a la normalidad, recuperaremos y fortaleceremos las amistades que duplican nuestras alegrías y reducen el dolor.
Reír, cantar, bailar y comer y beber junto a los otros son actividades que también liberan endorfinas y juegan un papel clave en el mantenimiento de nuestros importantes lazos sociales.
Según Dunbar, para la mayoría de nosotros este tiempo de distancia física será una triste pero temporal frustración. Volveremos a la normalidad, recuperaremos y fortaleceremos las amistades que duplican nuestras alegrías y reducen el dolor. Eso sí, tendremos que dedicar tiempo a reparar las relaciones perdidas.
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