Razonamiento emocional y coeficiente intelectual
Tanto a nivel académico como empresarial se suele asumir que la estrategia y su ejecución son cosas independientes, aún cuando existe evidencia probada que diferenciarlas genera más problemas que ventajas. Una porción importante de la paradoja podría deberse a que solemos considerar el razonamiento estratégico como a un nivel elevado de la función ejecutiva del cerebro y el pensamiento táctico como a una actividad discreta, de nivel inferior. Sin embargo, ambos tipos de pensamiento se vinculan de manera significativa. Los dos pensamientos se originan en el razonamiento social-emocional, particularmente en el cerebro de los más proclives al pensamiento estratégico. Además, el pensamiento estratégico implica la misma inteligencia emocional que exige el coeficiente intelectual.
En estudios recientes se preguntó a directivos participantes de un programa Executive MBA que reaccionaran a dilemas ficticios de estrategia y táctica empresarial, y se midió la actividad cerebral usando resonancia magnética funcional (IRMf). En lugar de identificar sólo aquellas partes del cerebro que se activaban como respuesta a una actividad específica, se observó como interactuaban las distintas regiones del cerebro.
El área del cerebro que se ha asociado con el pensamiento estratégico es la corteza prefrontal, conocida por su papel en funciones ejecutivas. Permite al ser humano anticiparse a los acontecimientos, activar patrones de reconocimiento, realizar asignación probabilística, cuantificar riesgos y desarrollar pensamientos abstractos. Estas capacidades ayudan a los responsables de la toma de decisión a resolver problemas.
Sin embargo, cuando se examinaron a los mejores estrategas se documentó menor actividad neuronal en la corteza prefrontal que en las áreas asociadas con respuestas “instintivas”, empatía e inteligencia emocional que se manifiestan en la ínsula, la corteza cingulada anterior y el surco temporal superior. En síntesis, la función consciente ejecutiva fue menos desarrollada, mientras que regiones asociadas con el proceso emocional inconsciente operaba con libertad.
Además, se documentó que el mejor razonamiento táctico se vinculaba no sólo con la ínsula (asociada con el proceso emocional) y la corteza cingulada anterior (vital para adoptar nuevas alternativas basadas en resultados anteriores). Se vinculaba también con áreas del cerebro asociadas con el análisis de estímulos sensoriales y anticipación de pensamientos y emociones de terceros, en el surco temporal superior (por ejemplo, comprender cómo un plan de acción será recibido por las personas encargadas de implementarlo).
Por supuesto, el razonamiento basado en el coeficiente intelectual es valioso tanto para el pensamiento estratégico como táctico, aunque resulta claro que los responsables de la toma de decisión integran sus procesos cerebrales a medida que se convierten en mejores estrategas. Cuando se entiende el fenómeno, se puede enfocar la estrategia y su ejecución con un enfoque mucho más holístico.
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