Tentaciones en el cerebro

La impulsividad se motiva por el deseo de disfrutar de las recompensas inmediatas, más que por obtener mayores beneficios en el futuro.  En ocasiones, de hecho, provoca comportamientos irracionales (por ejemplo, comer en exceso platos de elevadas calorías sin considerar los efectos dañinos para la salud). Esta tipología de intercambios demuestra un “fallo” en nuestro cerebro que produce efectos perniciosos. La tendencia a considerar como más interesantes las pequeñas recompensas que están disponibles “ahora mismo”, que otras más significativas, pero que se materializarán en el futuro, es conocida como “descuento temporal”.

Los científicos consideran que este fichaje genético está programado en nosotros a través de la evolución, en un periodo cuando el entorno, abundante en amenazas para la supervivencia, favorecía a los individuos que grababan todo lo referido a aquello que podían obtener.

Esta tendencia, en la actualidad, juega un papel significativo en los excesos que se producen en alimentación, en gastos exagerados, en compras por impulso, en consumo abusivo de alcohol, entre otros. La búsqueda inmediata de gratificación está muy arraigada en las personas, aunque no implica que estemos destinados a almacenar las recompensas inmediatas de las que luego podemos arrepentirnos. Desde tiempo inmemorial se ha grabado la impulsividad, pero esta fijación puede modificarse, y existe rica evidencia científica para asegurarlo.

El “descuento temporal” ha sido observado desde un tiempo a esta parte como el triunfo de los sentimientos o impulsos sobre la razón. Para investigar más allá de este impreciso concepto, distintos grupos de neurocientíficos han investigado, mediante resonancia magnética funcional (IRMf), la reacción del cerebro a las tentaciones por recompensas inmediatas. Se ha descubierto que la urgencia se origina en el sistema límbico del cerebro, un conjunto de áreas cerebrales cargadas de emociones, además de activar el estrato ventral, zona de las recompensas, y de otras áreas asociadas con sentimientos e impulsividad.

Las decisiones razonadas para resistir a las tentaciones, por otro lado, aparecen enraizadas en la corteza prefrontal, donde descansan las funciones ejecutivas como la memoria de trabajo, atención y control inhibitorio.

Cuando somos capaces de lograr que la baja recompensa inmediata resulte menos convincente, o que la recompensa tardía atraiga la atención, la actividad en el cerebro se traslada del sistema límbico a la corteza prefrontal por lo que se pueden tomar mejores decisiones y seleccionar mejores alternativas.

Una variable importante de cómo combatir al comportamiento impulsivo se vincula a la percepción del tiempo en el proceso de decisión, mientras entran en conflicto deseos inmediatos con objetivos de largo plazo. Algunos sistemas del cerebro que están vinculados con el descuento temporal son los mismos que contribuyen a la habilidad de estimar el spam del tiempo. Los resultados demuestran que estas estimaciones se sesgan cuando se comparan las recompensas inmediatas versus las tardías; los beneficios tardíos se sienten como más lejanos de lo que realmente son, disminuyendo su atractivo.

Más aún, la brecha percibida entre el valor de la recompensa inmediata versus la tardía aumenta a medida que el tiempo de la recompensa inmediata se aproxima. En estudios realizados se ha demostrado cómo se presta menor atención a certificados de regalo promocional para los que hay que esperar un tiempo para redimirlos, comparados con aquellos que podían utilizarse inmediatamente. Asimismo, se perciben sólo diferencias mínimas en su valor cuando un certificado promocional requiere un periodo largo para su redención, versus otro que exige un plazo mucho más largo.

Otro enfoque para combatir el “descuento temporal” implica procesar información detallada. Una serie de evidencias indican que nuestro cerebro tiende a reconocer acontecimientos lejanos en el tiempo de forma más vaga que aquellos que se perciben como próximos. Obtener información sobre las recompensas tardías contribuiría a fijar mejores objetivos que competirían para lograr más atención que aquella que se origina por los deseos de la recompensa inmediata.

Alguna interpretación científica sobre la significación percibida de recompensas tardías especula con que la intensidad del “descuento temporal” se debe a que a las personas nos desagrada pensar sobre nosotros mismos en el futuro lejano, quizás porque es poco agradable imaginarnos envejeciendo. Si resulta incómodo pensar en la propia vejez, estaríamos menos dispuestos a preocuparnos sobre cosas que tendrán recompensas en nuestra senectud y decadencia.

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El Autor

Roberto Álvarez del Blanco

Es una de las principales autorida- des internacionales en marketing y estrategia de marca. Profesor del IE Business School.

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