Economía emocional

A todos los visitantes de la web, los mejores deseos de un saludable, interesante y maravilloso año 2014.

Las implicaciones económicas y políticas del funcionamiento de nuestras neuronas presagian un futuro mejor: el cuerpo estriado revela  sensaciones agradables no sólo cuando castigamos altruísticamente a los demás, sino cuando somos naturalmente generosos con el prójimo o cooperamos sin segundas intenciones, sencillamente por gusto de confiar en los demás.

Pero ¿cómo decidimos que una norma ética es la justa? ¿Qué se oculta detrás de nuestros juicios morales? ¿Cómo hace nuestro cerebro para señalarnos el comportamiento correcto de una determinada circunstancia? Es el momento de echar un vistazo a la neuroética: el interesante juego sináptico  entre emociones y razón que permanentemente revela sorpresas. Considere el siguiente dilema moral que agrada tanto a los filósofos y que, recientemente, ha atraído la atención de los neurocientíficos. 

Versión 1, aguja de cambio: Un tren de alta velocidad circula sin que cinco operarios trabajando en la vía sean consciente de ello. Por lo tanto, todos morirán por el impacto. La única manera de salvarlos es activar la aguja de cambio que desviará el tren hacia una vía muerta donde matará a una persona, que también trabaja en la vía. La pregunta: ¿es justo activar la aguja? Para la mayoría de las personas lo es. Es normalmente aceptable salvar cinco vidas al precio de una.

Ahora consideremos el siguiente escenario.

Versión 2, hombre gordo: Como en el caso anterior el tren está a punto de impactar contra cinco personas que resultarán muertas si no se interviene de algún modo. Está asistiendo a la escena desde un paso elevado debajo del cual está pasando el tren.  Junto a usted hay un  extraño bastante corpulento. Intuye inmediatamente  que si lo empuja sobre las vías  detendrá con certeza al tren y salvará a las cinco personas. Pero está igualmente seguro que el hombre gordo morirá. La pregunta: ¿es justo empujar al extraño que tiene al lado?

Aquí la intuición de la mayor parte de las personas  es que no sería justo intervenir a expensas  del hombre gordo, aunque se trate de cinco vidas contra una.

¿Qué nos lleva a responder de manera diferente  en las dos circunstancias? ¿Qué cambia respecto de nuestra intuición  de aquello que es moralmente justo  en los dos casos?  Intente razonar una respuesta antes de continuar…

En el dilema de la aguja de cambio y del hombre gordo, la diferencia en el cerebro se produce por las emociones.  Cada juicio moral pone en juego (a veces en competencia recíproca) procesos cognitivos y procesos emotivos los cuales se suponen están relacionados  con la activación de áreas específicas del cerebro.

La versión en que empujamos al gordinflón desde el puente es evidentemente más relevante desde un punto emotivo que la versión impersonal de la aguja de cambio. Y la diferencia en la respuesta emotiva es lo que explicaría los diferentes juicios morales en las dos circunstancias. Cuando algo nos concierne de cerca y de modo personal, tenemos una respuesta casi visceral, automática y primitiva, quizás determinada por la evolución con fines adaptativos. Frente a una situación de la que podamos tomar distancia y de tipo impersonal, en cambio, somos capaces de pensamiento abstracto. Desarrollamos una tarea cognitiva analizando la situación en los términos de un frío y racional análisis coste-beneficio. Donde un muerto es evidentemente menos malo que cinco muertos.

Una manera de saber si esta hipótesis es correcta es observar  mediante resonancia magnética funcional el cerebro de algunos sujetos mientras resuelven el dilema moral de este tipo. Y verificar si efectivamente la versión del hombre gordo empujado desde el paso elevado determina una mayor activación de las regiones asociadas a una respuesta emocional. La versión personal (hombre gordo) activa una porción de la corteza medial frontal: la versión impersonal (aguja de cambio) activa una porción de la corteza dorsolateral prefrontal que se activa también en la solución de dilemas y  problemas abstractos y neutros que no tienen nada que ver con la moral.

También se puede comprender la rápida partida que emociones y razón juegan en situaciones similares. Para entender este aspecto es preciso reconocer que la reacción emocional puesta en movimiento por los sistemas neuronales es inmediata y requiere de poco tiempo. Un tiempo que necesariamente se alarga en el caso en que el juicio intuitivo en caliente sea corregido en frío por la reacción analítica, como ocurre en el caso de quien, por ejemplo, considera moralmente legítimo empujar al hombre gordo  del puente porque un muerto es preferible a cinco.

En este caso se ha podido medir que la reacción de quien dice que «sí» es justo hacerlo, requiere tiempos más prolongados que la de quien dice «no», no es justo hacerlo. La razón es sencilla. A la inicial respuesta emocionalmente puesta en movimiento «no», sigue la activación de las áreas neuronales destinadas al control cognitivo y al puro cálculo utilitario de los costes y los beneficios de la acción que nos hace cambiar de idea, y este doble proceso mental requiere más del doble de tiempo.

En resumen, la investigación de las base neuronales  de las elecciones morales explicaría la centralidad de las emociones y los estados afectivos para nuestros juicios morales. Tanto en los dilemas éticos como en los financieros se observa que neuronas, emociones y conocimiento pueden entrelazarse para dar vida a procesos de decisión en absoluto previsibles.

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El Autor

Roberto Álvarez del Blanco

Es una de las principales autorida- des internacionales en marketing y estrategia de marca. Profesor del IE Business School.

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